Las alergias y el estrés: desbalance inmunológico

por: Fernando López Malpica, MD

¿Cuántos de los lectores alérgicos notan que sus síntomas empeoran cuando se encuentran en situaciones de estrés? ¿Cuántas personas que padecen de asma o sufren de ronchas, alergias nasales y sinusitis sienten que sus síntomas se agravan cuando existe algún tipo de fatiga, presión emocional, limitación financiera, o alguna amenaza en el trabajo, en la escuela o en su relación sentimental?

Sepa usted que -aunque los signos de estrés más comunes son la depresión, la ansiedad y el coraje- el estrés (sin ser la causa primordial de las alergias) es capaz de empeorar o producir síntomas alérgicos en algunas personas. Así como la presión arterial, la diabetes, las insuficiencias cardiacas, la úlcera del estómago, el estreñimiento y la colitis, entre otras condiciones, se empeoran al presentarse situaciones amenazantes, las enfermedades alérgicas, de igual forma, pueden verse muy afectadas por el estrés crónico.

El estrés crónico, que incluye el estrés psicológico/emocional, afecta de manera especial el sistema inmune. Recientemente, algunos estudios científicos han identificado las relaciones complejas que existen entre el sistema neurológico, el sistema hormonal y la respuesta inmune. El sistema nervioso central, específicamente el cerebro, continuamente está percibiendo estímulos, tanto externos como internos, que procesa en el hipotálamo. Esta región del cerebro controla la producción y la secreción de hormonas como el cortisol y de estimulantes como la epinefrina (también conocida como adrenalina). A su vez, estas hormonas tienen la capacidad de influir directamente en la respuesta inmune. A todo este complejo se le conoce como el sistema hipotálamo-pituitario-adrenal.

El cuerpo humano está diseñado para responder a estímulos de corta duración, y el estrés agudo colabora en esta respuesta al preparar al cuerpo para huir o pelear. De hecho, el estrés de corta duración, o agudo, es beneficioso, pues puede mejorar la eficiencia de algunos sistemas, como el cardiovascular y respiratorio, mientras que también tiene la capacidad de poner a descansar otros sistemas, como el intestinal y el urinario. Sin embargo, es el estrés prolongado, o crónico, el que afecta, perjudicialmente, al sistema inmune.

Además, el estrés crónico amortigua la respuesta inmune, aumentando de esta forma el riesgo a contraer infecciones y posiblemente la respuesta a inmunizaciones y vacunaciones. Las personas que sufren de estrés crónico manifiestan una disminución en glóbulos blancos y presentan una vulnerabilidad mayor a contraer catarros comunes. En estas personas los catarros tienden a durar más tiempo.

Aunque nos hemos estado ocupando del efecto del estrés sobre las alergias, debemos considerar también que las alergias a su vez pueden ser causa de estrés. Las molestias, el mal dormir y la perdida de energía y vitalidad que provocan las alergias, junto con el efecto de los medicamentos y las restricciones en la dieta y vida social, pueden desestabilizar el balance cotidiano, afectando el funcionamiento del individuo y produciendo un ciclo vicioso en el que el estrés empeora las alergias, y éstas, a su vez, crean el ambiente propicio para más estrés.

Por otro lado, cabe mencionar que el estrés no sólo se manifiesta de manera individual. En momentos de conmoción social -como durante un conflicto bélico o un desastre natural, o cuando se dan tiempos de un clima político-social inadecuado (como el que experimenta Puerto Rico actualmente y el que sufre el mundo en general con el conflicto en el Medio Oriente)-, se nota una incidencia y una difusión mayores de los síntomas de las alergias y el estrés.

Definitivamente, la salud tiene que entenderse como un estado de bienestar total, tanto físico como social y espiritual. Todo lo que ocurre en nuestro entorno afecta el sistema inmune. No estamos aislados, ni somos pequeños quistes dentro del cuerpo social. Es importante que nos veamos como partes integrales de un TODO. Para lograr un estado de salud integral es importante mantener un balance, y lograremos este balance cuando sepamos reconocer los momentos en que estamos ansiosos, deprimidos, inseguros o con sensación de soledad. Es nuestra responsabilidad conocer nuestros cuerpos y el entorno que nos rodea.

Por tales razones, es fundamental que el paciente con alergias entienda que las situaciones de estrés afectan su condición y que las alergias, a su vez, pueden producirle estrés. De esta forma, el paciente debe de ser capaz de reconocer rápidamente las señales que le dan su cuerpo y el entorno para que pueda llevar a cabo mecanismos que le ayuden a reestablecer el balance. Junto con el ejercicio, la nutrición adecuada y el descanso, es importante que el individuo realice otras actividades que promuevan la relajación, como la meditación, el yoga, el taijiquan, la hipnosis y los masajes, entre muchas otras. Si existen señales de depresión, éstas deben atenderse apropiadamente. El estrés tiende a ser, por si solo, el proceso que conlleva mayores consecuencias negativas para el sistema inmune.

Desde esta perspectiva, disminuir el estrés es parte integral de la prevención primaria de las alergias junto con otras acciones, como evitar los alergenos y utilizar apropiadamente los medicamentos y las vacunas hiposensitizantes para la alergia. No existe mejor sustituto para la prevención ni antídoto más eficaz que el balance: ese punto medio y armónico, tan deseado, en todo lo que hacemos.